Parapetada, como un centinela tras la ventana,
veía pasar la vida
desde la seguridad del terreno conocido
pero sin la emoción de descubrir.
Las estaciones se sucedían al otro lado:
el trigo crecía y se iba dorando
conforme avanzaba el verano,
las hojas de la parra del jardín
se tornaban primero rojas
y luego ocres al final del otoño
para finalmente caer,
los finísimos tallos de la hortensia
temblaban desnudos en el frío invierno.
Y yo seguía tras la ventana,
viendo la vida pasar
desde una bella jaula dorada.
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Jardín abandonado (Montblanc) |